al Señor para que permanezcamos humildes, dando testimonio de una autentica vida cristiana, sin intenciones de que seamos vistos como un ejemplo a seguir o de ver a los demás por debajo de nosotros, solo con verdaderas intenciones de seguir sus pasos atendiendo el llamado que se nos hace en el bautismo de tratar de ser, como él, sacerdotes, profetas y reyes.