Que el Señor nos conceda vivir nuestra vida en la alegría de la imitación del Señor, en un servicio generoso y sin limitaciones. Amén.
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Yo les aseguro que a todo aquel que me reconozca abiertamente ante los hombres, lo reconocerá abiertamente el Hijo del hombre ante los ángeles de Dios; pero a aquel que me niegue ante los hombres, yo lo negaré ante los ángeles de Dios.
Señor, que en este día imitemos a Santa Teresa en su entrega incondicional a vivir la autenticidad y radicalidad del Evangelio. Que su intercesión nos conceda esa gracia de ser un discípulo auténtico de Jesús y su Reino. Amén.
Amado Padre Celestial! Ilumina nuestros días con Tu Presencia. Que Tu Luz sea siempre el faro que nos guíe y nos lleve a vivir vidas de santidad, donde cada acción que tomemos, cada palabra que pronunciemos, sea para acercar a algún hermano - y a nosotros mismos - a Tu Reino Eterno. Tuyos somos... y tuyos queremos ser. Amén.
Por eso, prediquemos y apliquemos que ese Dios que se encarnado en nuestra vida esté contigo y con todos los tuyos. Amén.
Pero el Señor le dijo: “Ustedes, los fariseos, limpian el exterior del vaso y del plato; en cambio, el interior de ustedes está lleno de robos y maldad. ¡Insensatos! ¿Acaso el que hizo lo exterior no hizo también lo interior? Den más bien limosna de lo que tienen y todo lo de ustedes quedará limpio”.
En aquel tiempo, la multitud se apiñaba alrededor de Jesús y éste comenzó a decirles: “La gente de este tiempo es una gente perversa. Pide una señal, pero no se le dará más señal que la de Jonás. Pues así como Jonás fue una señal para los habitantes de Nínive, lo mismo será el Hijo del hombre para la gente de este tiempo.
En aquel tiempo, cuando salía Jesús al camino, se le acercó corriendo un hombre, se arrodilló ante él y le preguntó: “Maestro bueno, ¿qué debo hacer para alcanzar la vida eterna?” Jesús le contestó: “¿Por qué me llamas bueno? Nadie es bueno sino sólo Dios. Ya sabes los mandamientos: No matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no levantarás falso testimonio, no cometerás fraudes, honrarás a tu padre y a tu madre”.
En aquel tiempo, mientras Jesús hablaba a la multitud, una mujer del pueblo, gritando, le dijo: “¡Dichosa la mujer que te llevó en su seno y cuyos pechos te amamantaron!” Pero Jesús le respondió: “Dichosos todavía más los que escuchan la palabra de Dios y la ponen en práctica”.
Seamos fuertes en Jesús, porque bajo su nombre y solamente bajo el nombre de Jesús, encontramos nuestra salvación.
Así también les digo a ustedes: Pidan y se les dará, busquen y encontrarán, toquen y se les abrirá. Porque quien pide, recibe; quien busca, encuentra y al que toca, se le abre. ¿Habrá entre ustedes algún padre que, cuando su hijo le pida pan, le dé una piedra? ¿O cuando le pida pescado, le dé una víbora? ¿O cuando le pida huevo, le dé un alacrán?
Un día, Jesús estaba orando y cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo: “Señor, enséñanos a orar, como Juan enseñó a sus discípulos”.
Entonces Jesús les dijo: “Cuando oren, digan:
Padre, santificado sea tu nombre,
venga tu Reino,
danos hoy nuestro pan de cada día
y perdona nuestras ofensas,
puesto que también nosotros perdonamos
a todo aquel que nos ofende,
y no nos dejes caer en tentación”.
El Señor le respondió: “Marta, Marta, muchas cosas te preocupan y te inquietan, siendo así que una sola es necesaria. María escogió la mejor parte y nadie se la quitará”.
En aquel tiempo, se presentó ante Jesús un doctor de la ley para ponerlo a prueba y le preguntó: “Maestro, ¿qué debo hacer para conseguir la vida eterna?” Jesús le dijo: “¿Qué es lo que está escrito en la ley? ¿Qué lees en ella?” El doctor de la ley contestó: “Amarás al Señor tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con todo tu ser, y a tu prójimo como a ti mismo”. Jesús le dijo: “Has contestado bien; si haces eso, vivirás”.
Oh Dios, te rogamos en este día que todos aquellos jóvenes que sueñan con una familia según tu corazón se dejen guiar por la fuerza del Espíritu Santo. Amén.
Jesús llamó a un niño, lo puso en medio de ellos y les dijo: “Yo les aseguro a ustedes que si no cambian y no se hacen como los niños, no entrarán en el Reino de los cielos. Así pues, quien se haga pequeño como este niño, ése es el más grande en el Reino de los cielos. Y el que reciba a un niño como éste en mi nombre, me recibe a mí.
pidamosle a Jesus que nos ayude a escuchar y aceptar el mensaje que Dios nos quiere dar. Que sepamos valorar el echo que podemos tener a Dios mismo presente a través del Santisimo Sacramento y orar ante el. Entonces, mis queridos hermanos, los invito a que escuchemos la palabra de Dios y la pongamos en práctica, siendo mensajeros de Jesucristo, ya que es nuestra misión desde nuestro bautismo. Que Dios los proteja y los llene de bendiciones.
En aquel tiempo, designó el Señor a otros setenta y dos discípulos y los mandó por delante, de dos en dos, a todos los pueblos y lugares a donde pensaba ir, y les dijo: “La cosecha es mucha y los trabajadores pocos.
Dios, Padre Celestial, te glorificamos por el orden que has puesto en el Cielo y en la tierra, en el mundo visible e invisible, a través de tus Arcángeles Miguel, Gabriel y Rafael; tus ángeles custodios; y todos los ángeles del Cielo. Te pedimos que como Natanael, creer en tu Hijo como nuestro Salvador y Rey, a quien los ángeles le sirven para salvación nuestra. Amén.
Hermanos, pidamos a Jesús en este día, para que nos de la fortaleza para afrontar y superar los retos que su seguimiento genera cada día con optimismo, paciencia y fe.
Un día, surgió entre los discípulos una discusión sobre quién era el más grande de ellos. Dándose cuenta Jesús de lo que estaban discutiendo, tomó a un niño, lo puso junto a sí y les dijo: “El que reciba a este niño en mi nombre, me recibe a mí; y el que me recibe a mí, recibe también al que me ha enviado. En realidad el más pequeño entre todos ustedes, ése es el más grande”.
Todo aquel que les dé a beber un vaso de agua por el hecho de que son de Cristo, les aseguro que no se quedará sin recompensa.
En aquel tiempo, como todos comentaban, admirados, los prodigios que Jesús hacía, éste dijo a sus discípulos: “Presten mucha atención a lo que les voy a decir: El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres”.
Él les dijo: “Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?” Respondió Pedro: “El Mesías de Dios”. Entonces Jesús les ordenó severamente que no lo dijeran a nadie.
Pidamos pues al Señor en esta ocasión por nosotros que somos Seguidores de Jesús, por cada uno de los que están pasando por crisis para que encuentren en Jesús el camino verdadero y la verdad para iluminar todas sus vidas y todas nuestras vidas.